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Cuando el bosque no nos deja ver los árboles

El Nacional.cat | | 3 minutos de lectura

A menudo sucede que los árboles no nos dejan ver el bosque, demasiado centrados y obstinados en los detalles no vemos el panorama general. Pero en estos tiempos de big data y de cifras macroeconómicas al alcance de todos, también nos sucede justo lo contrario. Es el bosque el que no nos deja ver los árboles y nos engañamos creyendo en una realidad que de hecho no existe.

Recientemente se han publicado las cifras del PIB de 2023, Catalunya ha crecido un 2,8%, cifras récord, de las más altas del Estado y por encima de la media de la Unión Europea. ¡Todo un éxito!, han manifestado los políticos y recogido los medios de comunicación. Junto con estas cifras han aparecido las de empleo, un crecimiento del 5,6% ¡Otro éxito!

Este es el bosque, ahora os preguntaréis, ¿cuál es el problema? Bien, la manera más obvia de subir el PIB es un crecimiento de la población activa, en general un crecimiento de la población. Si ponemos los dos datos juntos, observaremos que la población activa crece más que el PIB y por lo tanto el valor añadido por trabajador ha bajado.

Estos son los árboles ¿Cómo están estos árboles? ¿Qué sociedad dibuja esta pequeña serie de datos?

Una sociedad que profundiza en un modelo económico intensivo en trabajo poco cualificado. Todos sabemos lo que esto significa: salarios bajos, falta de capacidad para generar trabajo altamente cualificado… Y todos conocemos las consecuencias: emigración de talento, especialmente del talento joven y finalmente incapacidad de proveer los servicios y el bienestar a los que nuestra sociedad aspira. Árboles escuálidos, con troncos secos y enfermos. Ahora bien, el bosque visto desde un dron parece gozar de buena salud.

La reacción social y de las instituciones ante las cifras indica más cosas, lejos de "ponerse las pilas" y hacer autocrítica, se aprovecha la ocasión para "vender otra vez la moto", una moto que no solo va mal, sino que hay una plena conciencia de cuáles son los problemas por parte de los que “la venden”. Y esto se hace desde las instituciones. Es bien conocido que la autocrítica y la visión a largo plazo no forman parte de la política del país y menos en tiempos de elecciones; sin embargo, sigue siendo la única herramienta que nos permite construir el futuro.

Este no es, con todo, un hecho aislado y circunscrito a la política. Si observamos nuestras organizaciones a menudo nos encontraremos con el mismo fenómeno. En un momento en que los datos macro ya no son difíciles de conseguir, unas veces por pereza, otras porque conviene, más a menudo de lo que sería bueno, cogemos unos cuantos de estos datos, elaboramos una teoría plausible pero falsa y la soltamos al vuelo. Algunas veces ignorantes, porque no hemos hecho el esfuerzo de bajar a pie de cañón a ver qué es lo que realmente está pasando, otras aun siendo conscientes, porque sería una lástima desaprovechar la oportunidad de contar una historia de éxito.

Sería bueno que recordásemos que el bosque solo tiene sentido a partir de los árboles. Disponer de datos agregados es fantástico, pero sacar conclusiones sin tener un conocimiento de la realidad, aunque sea anecdótico, es temerario.