El Consejo de Comercio y Tecnología (TTC) entre EE. UU. y la UE: Estado actual, problemas y retos para la relación transatlántica

Raquel Jorge Ricart, José Ignacio Torreblanca
24 Ene, 2022

La relación trasatlántica se encuentra en un momento de reconstrucción que parte con coincidencias en los objetivos, pero viene acompañado de diferencias cruciales en la estrategia para lograrlos:

→ Las coincidencias entre Washington y Bruselas están en los objetivos:
(1) diseñar un entorno de mercado que garantice que los bienes y servicios benefician a la sociedad y no son capturados por intereses particulares o potencias rivales; (2) reducir los impactos negativos y maximizar los positivos en la vida y las instituciones democráticas; (3) solucionar las nuevas vulnerabilidades ante ataques externos; (4) impedir el uso de tecnologías digitales para ampliar el poder autoritario y el debilitamiento del orden liberal internacional.

→ Las diferencias residen en las diferentes perspectivas:

– EE.UU. sigue basándose en la seguridad nacional, determinada por la cautela ante el ascenso chino. Sabe que sus principales ventajas (también respecto a la UE) estriban en una economía de mercado sin barreras internas, capaz de producir y financiar crecimiento e innovación, que luego se destina a reforzar la capacidad militar. Al mismo tiempo, cuenta con un complejo militar-industrial capaz de apoyar y promover innovaciones constantes en el ámbito militar, que luego se vuelcan en la economía civil. Por el contrario, la articulación de un espacio regulador que garantice los beneficios y limite las externalidades negativas del mercado digital está lejos de lograrse.

– La UE ve la revolución digital desde una perspectiva económica y humanista que trata de reducir las vulnerabilidades y las intromisiones, más que intentar conformar un orden tecnológico global afín a sus valores e intereses. Se ha convertido en una especie de “superpotencia reguladora” por defecto, debido a la inercia hacia la regulación ex ante basada en los valores compartidos, sobre todo en los ámbitos de la privacidad y los datos. Sin embargo, no se producen consideraciones sobre un aumento del poder: no parece que Europa pretenda crear esferas de influencia tecnológica o competir por ellas con otras grandes potencias. Por el momento, se limita a la búsqueda de una “autonomía estratégica” que, inevitablemente, se ve atravesada por diferencias entre sus Estados miembros en los intereses y puntos de vista: muchos de ellos, incluidos Países Bajos, pero también los de Europa Central y del Este, Escandinavia, España y Portugal, desconfían de que los conceptos “autonomía estratégica” o “soberanía europea” no se usen para respaldar una Europa más proteccionista y cerrada, e incluso como medio para debilitar la alianza trasatlántica. También temen que algunos Estados miembros, en especial Francia y Alemania, sean los principales beneficiarios de las políticas industriales de la UE dirigidas a conseguir la soberanía. Esta es la razón por la que han promovido el concepto alternativo de “autonomía estratégica abierta”.

El intento actual de realineamiento trasatlántico se consagra en la iniciativa del Consejo de Comercio y Tecnología (TTC, por sus siglas en inglés), lanzado en junio de 2021, que incluye varios aspectos clave de la gobernanza digital, pero deja fuera algunas líneas cruciales. El conjunto de todos los aspectos que definen la relación trasatlántica entre los dos actores pueden dividirse en tres “cestas”. Las presentamos aquí con una breve exposición de qué puede ganarse y qué puede perderse en cada ámbito:

→ Mercados:

+ Un mayor alineamiento entre ambos lados del Atlántico podría aumentar las cifras de manera significativa, dando lugar a un marco regulador común que proporcione la seguridad jurídica capaz de fomentar los beneficios para el consumidor, al tiempo que limita los costes y las externalidades negativas. Unos estándares tecnológicos comunes bajo una protección multilateral también reducirían las fricciones comerciales y limitarían la capacidad de China para imponer sus estándares.

* Pero hay que señalar que los flujos de datos están excluidos, debido a los problemas que ambas partes tuvieron en el pasado, cuando intentaron que Tribunal de Justicia de la Unión Europea aceptara su acuerdo del Escudo de Privacidad sobre la transferencia de datos. Algunos esperan que el objetivo de esta omisión sea facilitar unas negociaciones menos visibles y más discretas. Pero, mientras no exista una solución, mientras la UE sostenga que no puede comprometer su enfoque “centrado en el ser humano” de los derechos relacionados con la privacidad y los datos, este asunto sigue sonando como una bomba de relojería bajo la mesa del TTC. Aun así, ambas potencias no pueden rehuir su solución de manera indefinida, dada la inseguridad jurídica y las pérdidas asociadas que eso genera, a juicio de actores privados de ambos lados del Atlántico.

– La falta de acuerdo, en especial sobre los flujos de datos, podría aumentar las disputas comerciales, desincentivar la inversión y el comercio electrónico, lo que llevaría a la fragmentación del mercado digital trasatlántico. A EE. UU. le resultaría más difícil cerrar su brecha tecnológica con China e implicaría más conflictos con las empresas estadounidenses establecidas en Europa. Desde el punto de vista estratégico, la UE también correría el riesgo de que EE. UU. la dejara atrás.

→ Seguridad:

+ La protección frente a las intromisiones externas ya es objeto de un prometedor acuerdo preliminar entre las dos partes de la negociación. Se centra en tres frentes: (1) el seguimiento de las inversiones sensibles para la seguridad nacional; (2) los controles de exportación coordinados para tecnologías fundamentales, como las relacionadas con la vigilancia; (3) la defensa y el mantenimiento de cadenas de suministro en sectores clave, con una atención particular a la disponibilidad de semiconductores, una vulnerabilidad compartida por la UE y EE. UU. Un alineamiento proporcionaría regímenes eficientes para proteger las inversiones en sectores cruciales y garantizar que no se exportan tecnologías esenciales a autocracias, ayudaría a los aliados a preservar la seguridad de sus redes e infraestructuras y a garantizarles el acceso a tecnologías fundamentales.

– En ausencia de un acuerdo, ambas potencias no solo se volverían más vulnerables en sectores estratégicos, sino que regiones enteras, como los países vecinos del este de la UE, África, América Latina y el Indo-Pacífico, quedarían expuestas y serían vulnerables a la influencia china.

→ Democracia:

+ En la medida en que el diálogo ayude a relajar las tensiones relativas a la regulación de las grandes empresas tecnológicas y sus servicios, supone una oportunidad de fortalecer la democracia y los derechos humanos. Al compartir sus herramientas reguladoras y conocimientos técnicos con los demás, la UE y EE. UU. pueden, además, conformar un orden tecnológico multilateral con estándares basados en valores, que permita a las democracias superar sus vulnerabilidades y mantener a raya a las autocracias, estableciendo una referencia para la creación de futuras coaliciones y propuestas en otros ámbitos de negociación, e impulsar acuerdos multilaterales, regionales o bilaterales.

* En este ámbito, la regulación de las plataformas y la moderación de contenidos constituyen la omisión más significativa del TTC. En estos frentes, la UE está adoptando un enfoque regulador ex ante, plasmado en las incipientes Ley de Servicios Digitales y Ley de Mercados Digitales, que contrasta con el enfoque ex post estadounidense.

– A pesar de esta omisión, o precisamente para compensarla, el sólido relato democrático que supuso un elemento central del lanzamiento del TTC debe ser real, no solo retórico. Si el TTC no es capaz de mantenerlo, es probable que a largo plazo tanto la UE como EE. UU. pierdan la confianza de los ciudadanos en sus sistemas políticos.

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