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El espejo portugués

Diario Montañés | | 3 minutos de lectura

Las aguas del Duero llegan a Oporto a principios del año cargadas de sedimentos y arena, que tiñen el río de color dorado y recuerdan el origen de su nombre. Los portuenses explican la mutación del verde en oro por las cuantiosas lluvias aguas arriba. En España hace muy mal tiempo, dicen. Con un rato más de conversación y confianza, el contertulio portugués muestra preocupación no por la meteorología sino por la situación política del vecino principal. Las cosas han cambiado mucho desde que daban la espalda al resto de la península ibérica y buscaban la diferenciación como estrategia de país. Viven mucho más pendientes e informados de la realidad española. No solo ha mutado la economía, con una interdependencia total entre Madrid y Lisboa en el mercado europeo. Han cambiado los afectos, hasta los comentarios diarios sobre el deporte. Existe una conciencia extendida en su clase dirigente de que con España deberían poder sumar esfuerzos. Sin embargo, la inestabilidad crónica y la polarización en la que ha entrado la política española dificulta el entendimiento ibérico. Deberíamos mirarnos más a menudo en el espejo portugués y aprender. Cuando el país tuvo que ser rescatado en medio de la gran crisis de 2008, nadie pensaba que se recuperaría tan rápido. Con enorme dignidad y seriedad, se hicieron grandes sacrificios y el gobierno de Passos Coelho fue capaz de dar los pasos necesarios. Al ganar las elecciones de 2015, pocos anticipaban que Antonio Costa protagonizaría una etapa larga al frente del ejecutivo gracias a su moderación y capacidad de articular consensos. El antiguo alcalde de Lisboa es un táctico con enorme olfato político, poco dado a los experimentos. Fue capaz de afianzar la anterior legislatura a través de un pacto de gobierno con los dos partidos de extrema izquierda y los verdes. Pero cumplió con sus obligaciones europeas y siguió atrayendo a inversores internacionales. Tejió los acuerdos más relevantes en materia económica con la oposición conservadora, en especial en lo referente a la legislación laboral y a la fiscalidad. En 2019, el primer ministro ha ampliado la ventaja electoral. Con un parlamento fragmentado en diez partidos, se dispone a seguir gobernando. La receta, un buen manejo del timón a babor y estribor, sin perder el rumbo hacia la modernización. Costa aspira a transitar hacia la descentralización, aunque no tiene aún apoyos suficientes y crecen los obstáculos. El mismo advierte los costes y riesgos de la operación. Pero su principal objetivo es mantener la estabilidad para crecer, mantener el motor del turismo funcionando a pleno rendimiento y promover la igualdad sin descuadrar las cuentas públicas. Portugal es un país avejentado y con un sector público demasiado grande. No tiene tamaño para resistir por sí solo los cambios de ciclo. Pero ofrece lecciones y enseñanzas valiosas a los que compartimos sus ríos y nos asomamos a su realidad muy cercana.