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Una visita con tres objetivos

Los europeos no podemos ser un problema, sino un actor dispuesto a trabajar con EE.UU. para resolver grandes retos globales
ABC | | 2 min read

El viaje del presidente Joe Biden a Europa sirve en primer lugar para restaurar la relación transatlántica, tan dañada durante los cuatro años pasados. El mensaje de Washington es reconfortante, no tenemos mejores aliados que vosotros, compartimos en gran medida valores e intereses, apoyamos el proceso de integración económica y política del continente y el papel primordial de la OTAN en seguridad y defensa. Biden el irlandés se siente en casa en Europa, lo mismo que sus asesores el francófilo Antony Blinken y el oxoniense Jake Sullivan. Pero además de reparar la maltrecha alianza, quieren asegurarse de que los europeos combatimos el enemigo en casa, la ola populista y nacionalista de la que los norteamericanos tampoco se libran. De ahí el aviso a Boris Johnson sobre su desafío al Protocolo de Irlanda del Norte incluido por Londres en el pacto del Brexit. Se trata de un gesto de firmeza para poner límites a las gesticulaciones trumpistas del primer ministro, que pueden desestabilizar la isla del Eire y afectar gravemente a la UE.

Hay un mensaje más: los europeos no podemos ser un problema, sino un actor dispuesto a trabajar con Estados Unidos para resolver grandes retos globales. Este sería el tercer objetivo de la visita, movilizar tanto a la Unión Europea como a sus principales Estados miembros para abordar una larga lista de desafíos comunes entre los que sobresale la contención de China. A los europeos nos gusta que nos admiren y nos digan que no hay mejor sitio para vivir. Cuesta más aceptar la advertencia de que tenemos responsabilidades globales. Solo las atenderemos si superamos la carencia de medios y desarrollamos una mayor voluntad de actuar unidos en el mundo. Hasta que llegue ese momento, Washington mantiene una postura pragmática: se apoya en Alemania y Francia, a veces en el Reino Unido e incluye a otras democracias no europeas en sus planes. También colabora con la UE, pero es consciente de sus limitaciones en el exterior. La gran pregunta que deja el viaje de Biden es si la relación transatlántica se puede convertir además en transpacífica.