Estrés y depresión durante la pandemia: por qué importan las desigualdades de género, las condiciones del mercado laboral y la protección social

Dirk Foremny
22 Dic, 2020

EsadeEcPol | Policy Insight

Este documento forma parte de la línea de investigación de Género y Desigualdad, dirigida por Jenifer Ruiz-Valenzuela

 

Resumen ejecutivo

  • Los costes psicológicos de la pandemia son notables y probablemente serán permanentes. Los datos de una encuesta realizada en abril en España demuestran que la salud mental se ha deteriorado sustancialmente en 2020, si se comparan con los datos recogidos antes de la pandemia.
  • En abril, uno de cada diez hombres afirmaba estar mucho más preocupado de lo habitual. Esta proporción era el doble en las mujeres: una de cada cinco se sentía muy decaída e incluso presentaba indicios de depresión. Estas cifras se recuperan un poco en julio, pero persiste un impacto notable en la salud mental, puesto que el 10% de las mujeres y el 6% de los hombres siguen sintiéndose mucho más deprimidos e infelices de lo normal. Se trata de un aumento significativo, si se compara con los porcentajes de 2017, del 1,6% en el caso de los hombres y del 2% de las mujeres.
  • Los datos muestran que la salud mental de las mujeres se ha visto afectada por la pandemia de una forma desproporcionada. Si en 2017 las mujeres tenían un 6% más de posibilidades de sentirse infelices o deprimidas, esta sensación aumentó hasta el 16% en abril de 2020. Este incremento de la brecha de género en la salud mental, atribuible a la pandemia, se estima que era de 10 puntos porcentuales en abril. En julio se reduce, pero la diferencia sigue siendo de 5,6 puntos respecto a la diferencia que había en 2017.
  • Las mujeres también presentan peores resultados en otros indicadores de la salud mental, como trastornos del sueño, estrés o verse desbordado por las dificultades. Los datos sugieren que estas cifras están relacionadas con el mercado laboral: las mujeres tienen una situación laboral más precaria e inestable de media. A principios de abril, más del 50% (el 46% en julio) de la brecha de género en materia de salud mental se explicaba por las diferencias en las circunstancias del mercado laboral, los niveles de ingresos y el trabajo no remunerado.
  • Para mitigar el impacto de las condiciones del mercado laboral en la salud mental, es preciso adoptar a corto plazo respuestas apropiadas y coordinadas. Si bien es cierto que los ERTE aportan una solución para las personas en riesgo de desempleo, las que ya estaban sin trabajo antes de la pandemia se enfrentan a más desafíos. Por otro lado, el ingreso mínimo vital puede tener un impacto positivo en la salud mental, pero su implementación está siendo demasiado lenta. Además, deben proporcionarse fondos adicionales para garantizar ayuda a quienes necesitan asistencia por su salud mental.
  • Por último, este estudio documenta que los ciudadanos están dispuestos a destinar dinero privado a inversiones sanitarias concretas. Ello sugiere que la población aceptaría un incremento impositivo para financiar la sanidad pública.
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