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Devaluaciones en países emergentes

La Vanguardia | | 3 minutos de lectura

El viernes 7 cerró con el Ibex 35 por debajo de 9.200 puntos y Wall Street en máximos. No es por azar. La mayoría de las compañías que cotizan en bolsa tienen inversiones y comercian con algunos de los países emergentes y la guerra comercial de Trump empeora. Desde Telefónica a tres grandes bancos; y desde Mapfre a una cadena de supermercados o Inditex. Este verano el dólar se revalorizó y Wall Street ganó atractivo mientras los países emergentes sufrían fugas de capitales y sus monedas se depreciaban. Empezó en Turquía, se extendió luego a Argentina, Brasil y México y pocos han podido hacer frente a la depreciación de sus monedas desde mediados de agosto. Por consiguiente, los dividendos que las compañías españolas repatrían de esos países emergentes (con excepciones para los que exportan a Estados Unidos y la UE) pierden valor si las monedas de origen se deprecian contra el euro. Otra cosa es un gran banco, cuyo consejero delegado declaró a una comisión que el banco lleva seis años perdiendo en España, pero gana en la mayoría de países. 

En Turquía, el BBVA sufrió recortes en bolsa por el temor a las pérdidas que podrían producirse al convertir los beneficios en Refugio Cuando los mercados bajan tratan de mantener la paridad de su moneda contra el dólar porque recurren a la 'hucha' 
euros. Afortunadamente tenía una buena cobertura y la agencia de calificación Moody's no consideró que estuviera expuesto al riesgo de impago, a pesar de que la moneda estaba perdiendo un 40% contra el dólar. Los hoteleros españoles tuvieron que hacer frente a una mayor competencia (playas de Antalya), que ofrecían precios más bajos.

Chile sufre periódicamente las consecuencias de las variaciones del precio del cobre, pero tuvo la precaución de crear un fondo en divisas. Cuando los precios internacionales suben, las ganancias extras se depositan en el fondo y cuando los mercados bajan tratan de mantener la paridad de su moneda contra el dólar porque recurren a lahucha. Éste no es el caso de Argentina, pues en el primer trimestre del año tuvo un saldo negativo de su balanza de pagos por cuenta corriente de 34.000 millones de dólares, equivalente al 4,7% del PIB. La inflación desbordó las previsiones y el excesivo gasto público alimentó los temores de que pudiera repetirse un corralito. Macri no dudó en pedir la ayuda del FMI, hasta 50.000 millones de dólares, con la medicina tradicional de aplicar un drástico ajuste: reducir el gasto público (y el privado) y el crédito bancario; gravar con impuestos las exportaciones agrícolas y aumentar el tipo oficial de interés al 60%, porque se había desatado el pánico, y se compraban dólares pagando con una moneda que cada día valía menos. Estamos ante un episodio de contagio de Ibex 35 por las acciones cuyas cuentas de resultados dependen de las monedas extranjeras. Las aguas volverán a su cauce, como en otras ocasiones.