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Expertos en geopolítica reunidos en Esade advierten del riesgo para las empresas del desacoplamiento tecnológico entre China y Occidente

Emma Fernández, consejera independiente: “Estamos asistiendo a un incremento en el ‘tecno-nacionalismo’, que es el origen de la ‘guerra fría 2.0’ entre China y Estados Unidos, y que va a tener un gran impacto en Europa”
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El potencial desacoplamiento tecnológico entre China y Occidente supone un enorme desafío para la toma de decisiones de inversión de empresas y gobiernos de países desarrollados. Esta ha sido una de las conclusiones de la sesión “La tecnología y la innovación, claves para la deflación y la productividad”, tercera dentro del ciclo “El regreso de la geopolítica a la agenda del Consejo de Administración’, organizado por el Centro de Gobierno Corporativo de Esade y EsadeGeo, y celebrado ayer en Esade Madrid.

Para Emma Fernández, consejera independiente y miembro del Consejo Asesor del Centro de Gobierno Corporativo de Esade, “Europa ha perdido el liderazgo que un día tuvo con el despliegue de las redes de telefonía móvil”, y esta circunstancia, sumada a la pérdida de productividad, “obliga a sus países y empresas a invertir más en tecnología”. Una tarea cada vez más compleja debido a que “es muy probable que a largo plazo tengamos dos ecosistemas tecnológicos divergentes”. De hecho “estamos asistiendo a un incremento en el ‘tecno-nacionalismo’, que está produciendo ‘guerra fría 2.0’ entre China y Estados Unidos y que va a tener un gran impacto en Europa”.

Raquel Jorge, investigadora del Real Instituto Elcano, ha coincidido en esta apreciación, aunque ha advertido que “hablamos muy a la ligera de carrera tecnológica y la cuestión no es qué bloque lidera qué tecnología sino cuál de los dos tiene el monopolio de esa tecnología. Es decir, quién tiene la capacidad de materializarla en producto y comercializarla”. “En cuanto a las capacidades tecnológicas de la Unión Europea —añade— podemos hablar de tecnologías en las que es competitiva, como la inteligencia artificial y la ciberseguridad; otras, en las que está a la vanguardia, como servidores de datos o nuevas baterías, y otras en las que apenas dispone de capacidades mínimas para las que precisa de la colaboración pública-privada”. “Aun así, tenemos numerosas oportunidades en el ámbito del blockchain, los espacios para datos, la virtualización y la ciberseguridad de las infraestructuras críticas y el sector público”, ha concluido la experta en tecnología e internacionalización del Real Instituto Elcano.

Computación cuántica y su necesidad energética

“No todas las tecnologías son iguales”, ha confirmado Carlos López Blanco, presidente de la Fundación ESYS y miembro del Consejo Asesor de Telefónica de España, quien ha insistido en que “el terreno donde se está jugando la hegemonía mundial tecnológica no es en la inteligencia artificial, sino en la computación cuántica, en la que Estados Unidos invierte 3.300 millones de dólares al año”. “Ahora Europa —añade el también profesor de Esade Law School— no puede aspirar a liderar, pero sí a ser relevante en el caso de la regulación y en el de la digitalización de su economía”. Este concepto, que según López no debe confundirse con el de ‘economía digital’, “puede hacer que las empresas demanden tecnología cada vez más compleja, que pueda haber mercado para esa tecnología, y que se genere dentro de Europa.

María Sicilia, consejera independiente y directora de Inversiones de Enagás, ha querido apuntar que, para la mayoría de las tecnologías, especialmente para la cuántica, “se necesita mucha energía y gran parte del problema para ser competitivo en ella va a ser su precio”. “Por ejemplo —ha explicado— Europa paga siete veces más que Estados Unidos por el gas y tres veces más que China por la electricidad, aunque sin embargo España está en un punto privilegiado en ese aspecto”. “Aquí hemos ha sido capaces de navegar la crisis y salir en una posición más ventajosa que Alemania, a ver si también lo somos de atraer esas tecnología e industria, apoyados en las energías limpias”. “Pero la transición verde no va a ser fácil ni va a hacer disminuir las tensiones geopolíticas”, ha concluido haciendo referencia, entre otros, de la reducción en la importación de energías fósiles o la necesidad de minerales como el litio y tierras raras, en manos, ambos, de los mismos jugadores.