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¿Qué hacer si nos toca un buen premio?

El Periódico | | 4 minutos de lectura

El primer consejo que le dará cualquier economista sobre la lotería de Navidad es… ¡no juegue! La razón es que, aunque se trate de la lotería organizada por un Estado con los mayores premios a nivel mundial, la probabilidad de que le toque, o de que al menos recupere el coste de su décimo, es tan pequeña que en términos esperados de análisis coste-beneficio no compensa pagar por el boleto. Aunque mejor no me haga mucho caso, pues se lo dice un economista que se pasó años renegando de la lotería, hasta que a su suegra le tocó el tercer premio (y le hizo un regalo bien generoso).

Supongamos que al final ha decidido jugar y le ha tocado un buen premio. ¿Qué hacer con este dinero? No haga nada, o por lo menos, deje pasar la alegría del momento. La ciencia del comportamiento nos advierte de que habitualmente el uso que hacemos de ingresos inesperados es el de gastarlos de forma impulsiva, lo que lleva a que desaparezcan sin darnos cuenta. Se comparte más con amigos y familia, se hacen gastos superfluos o se invierte en aventuras ruinosas. Mejor preguntarnos, si cuando no se tenía ese dinero jamás se habría planteado pedir un crédito, ¿por qué dejar que la ilusión monetaria de haber ganado cambie de forma tan radical nuestros gastos? A fin de cuentas, el acceso al crédito relativamente barato siempre está disponible y, sin embargo, ni consideramos esos gastos sin dinero. Quizá piense que quien le aconseja es un amargado que no entiende lo importante que es darle una alegría al cuerpo, pero existen numerosos estudios que muestran que el grado de felicidad de quienes han ganado un premio importante y lo han gastado rápidamente es muy similar al que tenían antes de ganarlo. Resumiendo, pulirse la pasta no le va hacer más feliz.

También hemos aprendido que el origen del dinero recibido de forma inesperada afecta a la forma en que lo gastamos. No es lo mismo que nos llegue por un motivo alegre que por otro más sombrío. Los gastos que se hacen con el dinero de una quiniela suelen ser más frívolos que los que se realizan con el de una herencia. Ya va a tener una tendencia natural a gastar el premio de la lotería de manera frugal, así que, después de darse un primer y mínimo capricho, conténgase. Aún más si la ostentación de su nuevo consumo le lleva a sentir la presión de otros que pretenderán que comparta su fortuna con ellos.

Una forma de evitar tales presiones es comprometerse a no usar ese dinero, depositándolo con una penalización si lo usa antes de cierto plazo. Así podrá pensar mejor cómo gastarlo en algo que realmente le satisfaga. Una vez haya tapado agujeros, medite qué hacer. Por ejemplo, una buena idea puede ser asignarse un sueldo mensual vitalicio, que le permita disfrutar cada mes de ese nivel más holgado de renta de una manera suavizada en el tiempo, sin someterse a los efectos inmediatos de una alegría que le puede nublar el raciocinio. En todo caso, no se duerma mucho. En un contexto donde la inflación está creciendo aún más rápido que los tipos de interés, guardar el dinero en el colchón no es tampoco la mejor opción. Y por supuesto, ¡enhorabuena!