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Un mundo sin trabajo

La Vanguardia - Dinero | | 3 minutos de lectura

Esta semana, el 1 de mayo, fue el día internacional del Trabajo, que se celebra no yendo a trabajar (los humanos somos muy desconcertantes). Me preguntan en la radio si, debido a las nuevas tecnologías y la mecanización, robótica e inteligencia artificial, nos adentramos en una era en la que el ser humano dejará de trabajar, cobraremos una renta universal y las máquinas harán todo por nosotros.

Mi respuesta a este mundo feliz de Huxley con tintes de 1984 de Orwell es rotunda: no. Claro que vamos a trabajar. Y las razones de mi respuesta son contundentes: el ser humano tiene dos cualidades pseudoeconómicas que lo distinguen de las demás especies. La primera es que tenemos una tendencia natural al intercambio. Esto ya lo postuló Smith en La riqueza de las naciones, si bien desde los filósofos griegos, como Aristóteles, en su Ética a Nicómano ya aborda la cuestión. Necesitamos intercambiar palabras, emociones, sentimientos, fluidos, experiencias y, por supuesto, mercancías, servicios y conocimiento. El trabajo no es más que el conjunto de tareas, más o menos organizadas, que los seres humanos desempeñamos para satisfacer el intercambio, que es fuente de prosperidad y, por ende, contribuye a la conservación de la especie.

La segunda cualidad tiene que ver con esa prosperidad. La especie humana es inconformista e insaciable. Anhelamos algo y luchamos por ello dejándonos incluso la vida por conseguirlo. Una vez está en nuestro poder, sentimos insatisfacción, vacío, y necesitamos alcanzar una nueva meta. El ser humano nunca tiene bastante. Es la doble cara de una moneda. Nos ha hecho llegar lejísimos y, al mismo tiempo, nos ha esclavizado de por vida. Somos siervos de nuestra insaciabilidad.

La mecanización elimina tareas, puede reducir el tiempo necesario de esfuerzo diario, nos hace más eficientes y permite que nos quitemos de en medio actividades repetitivas y tediosas. Sin embargo, dirigiremos nuestra atención hacia otros horizontes. En ese proceso hay damnificados, por supuesto. Y una reconversión profesional y organizativa. Pero no es menos trabajo, es transformación del trabajo. Así ha sido a lo largo de la historia. Y así seguirá siendo.

El reto no es laboral. Es social y político. Cómo absorber con tiempo suficiente esta reconversión en un mundo global, de aumento de la esperanza de vida y de movimientos migratorios. Pero ¿trabajar? Que nadie lo dude. Trabajaremos siempre. El trabajo nos dignifica, nos realiza y nos perpetúa.