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La sociedad de la nieve y la suerte

Suplemento Dinero de La Vanguardia | | 3 minutos de lectura

Parece mentira que, 21 años después de la publicación de La buena suerte, la fábula empresarial que, escrita junto a Álex Rovira, dio la vuelta al mundo y nos encaramó al mundo editorial, tenga todavía algo que añadir respecto al factor suerte. El tema viene a colación de la película La sociedad de la nieve. La tragedia de los Andes, narrada de manera fascinante en el libro ¡Viven! por el escritor Piers Paul Read y recreada con un realismo impresionante por J.A. Bayona. Algunos de los supervivientes, que ya habían dado infinidad de conferencias acerca de los aprendizajes de su historia de supervivencia, superación, trabajo en equipo y liderazgo, han regresado a los escenarios de nuevo con más fuerza, aupados por el éxito de la película.

Cada uno de los entonces jóvenes universitarios y jugadores de rugby que ha decidido explicar sus vivencias pone de relieve o enfatiza un factor determinado. Conocí personalmente a Nando Parrado al coincidir con él en un acto donde ambos impartíamos, por separado, una conferencia a profesionales del ámbito empresarial. Su conferencia era fascinante. No he tenido ocasión de escuchar al resto. El caso es que, preguntando recientemente a un directivo que hará un par de meses escuchó hablar a Nando Parrado, me dijo que una de las cosas que explicaba era la importancia de la suerte. "Yo iba en una fila del avión determinada. La aeronave se partió en la fila siguiente. Si me hubiese sentado una fila más atrás, estaría muerto". "El hematoma de mi cabeza se disolvió gracias al frío. En otra latitud habría fallecido". "Si hubiésemos tomado la dirección errónea cuando nos pusimos a caminar, no habríamos llegado". Y decía: "Fue suerte". Me pareció un ejercicio de humildad impresionante en una persona a la que dieron por muerta sus compañeros, que se recuperó, que ejerció un liderazgo determinante en la salvación y que decidió, en un afán de superación y demostración de fuerza del espíritu humano. ¿Cómo después de su hazaña, caminando sin recursos por cumbres por las que solo descienden experimentados montañistas bien equipados, hambriento, en el límite de fuerzas, aterido de frío y sin apenas defensas puede todavía decir: "Tuve suerte"?

Pienso que es una forma de reconocer que no todo depende de nosotros. En el libro La buena suerte defendemos que la suerte nos acompaña cuando creamos las circunstancias para que las cosas sucedan. La acción humana reduce la incertidumbre. Es verdad que no la anula del todo. Pienso que Nando Parrado, inmenso, no está diciéndonos que las proezas no sirven. Sino que, a pesar de intentar lo más grande, no perdamos la humildad porque, a pesar de todo lo que podamos hacer, la suerte puede no estar de nuestro lado.