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La oportunidad de Europa

Han pasado quince años desde que la UE se planteó su dos últimos grandes proyectos: la ampliación al Este y el tratado constitucional. Desde entonces una clara fatiga ha aflorado en Bruselas y el antieuropeísmo ha crecido como la espuma
ABC | | 6 minutos de lectura

El cuarto gobierno alemán presidido por Angela Merkel dispone de un tiempo limitado y precioso para trabajar con sus socios europeos y relanzar la integración del continente. Apenas un año, porque las elecciones de mayo de 2019 desembocan en el nombramiento de una nueva Comisión y provocarán un cierto parón. Parece increíble, pero han pasado más de quince años desde que la Unión se planteó sus dos últimos grandes proyectos, la ampliación al Este y el tratado constitucional. Desde entonces una clara fatiga de materiales ha aflorado en Bruselas y el antieuropeísmo ha crecido como la espuma. Ha sido propulsado primero por la gran crisis económica y después por la marea migratoria. E resultado más visible de esta ola gigante es la salida del Reino Unido de la UE, pero hay otras manifestaciones preocupantes. Las dos más señaladas son las tendencias autoritarias de algunos gobiernos en Europa Central y del Este y, en casi todos los demás Estados miembros el crecimiento de los movimientos antisistema, secesionismos incluidos.

La oportunidad de afianzar en los próximos meses la integración se basa en un conjunto de circunstancias favorables y la posibilidad de un liderazgo compartido entre Angela Merkel y Emmanuel Macron. El contexto por fin ayuda: la economía europea crece y crea empleo y la voz de la UE se ha hecho más relevante en el mundo en temas como el libre comercio o la lucha contra el cambio climático, en buena medida por el repliegue de Estados Unidos y el debilitamiento de su influencia global. Donald Trump, con su cóctel venenoso de populismo y nacionalismo, ha destruido en tiempo record la capacidad de atracción de su país, o 'poder blando'. Al abandonar su posición central en la escena internacional, deja sitio a China y a Rusia, pero también a la Unión Europea, si ésta quiere jugar sus cartas, para desplegar su poder normativo y por fin dotarse de capacidades en seguridad y defensa. Las encuestas revelan que la mayoría de los ciudadanos europeos vuelven a confiar en la moneda única y aprecian el trabajo de las instituciones de Bruselas por encima del realizado por sus gobiernos nacionales. Es cierto que las sensibilidades moderadas, en especial el centroizquierda, han perdido muchos votantes -el caso italiano es especialmente preocupante-, pero es posible recuperarlos si se da la batalla por los valores democráticos contra la demagogia de los extremos, como ha hecho Macron en Francia.

Otra manifestación de viento en las velas de Europa es el 'Brexif, una vez se ha demostrado que funciona más como argamasa que como dinamita para la Europa de 27 Estados miembros. El Gobierno británico sigue empeñado en marcharse de la Unión a final de marzo de 2019 sin una estrategia clara de cómo mantener la interdependencia económica y no flotar a la deriva en el Atlántico. La debilidad del gabinete de Theresa. May es pavorosa. Solo el Parlamento puede corregir el rumbo y buscar in extremis un acuerdo pragmático de salida, incluso haciendo uso en el último minuto de un freno de emergencia en forma de veto. Por parte de Bruselas no tiene ningún sentido insistir en un enfoque punitivo del 'Brexif. porque a la Unión le interesa tejer una relación lo más próxima posible en temas económicos, comerciales y de seguridad con su antiguo Estado miembro, uno de los países europeos sin los cuales no se entiende la historia universal (España es claramente otro). El argumento de no crear un precedente con la salida del Reino Unido para que otros países puedan dejar la UE y pedir las mismas condiciones obtenidas por Londres no es convincente. Como ha explicado Joseph Weiler, si un día ocurre esto sería una auténtica ventaja para conformar una UE con menos miembros pero más comprometidos con el futuro de la integración.

El análisis de este contexto más favorable para el avance de la integración europea lleva a plantear la cuestión del liderazgo personal. Nunca en la historia reciente del continente se ha apelado con más frecuencia a la necesidad de líderes fuertes y se ha fiado tanto a su desempeño. Sobre la pareja Merkel-Macron se depositan esperanzas infinitas y se crean expectativas propias de un pensamiento mágico. La democracia ya no sería el duro trabajo de forjar consensos a diario sino la aspiración de ser salvados por una figura mitológica, habitante de nuestra infancia, capaz de sortear todos los peligros. Sin embargo, de la labor de la canciller alemana, que seguirá llevando la voz cantante, y de su aliado, el presidente de Francia, cabe esperar tres o cuatro realizaciones concretas que afiancen e impulsen la integración, para conservar una UE en conjunto exitosa y señalar el camino a los siguientes líderes.

Valores morales firmes

 El estilo de poder cauto, camaleónico, pragmático de Angela Merkel, enraizado sin embargo en valores morales firmes, ha sido el más indicado para el rediseño del euro en unas condiciones muy difíciles. El nuevo Gobierno alemán mantendrá los recelos a la transferencia de nuevos poderes y recursos a la UE. Pero la canciller sabe que su legado a estas alturas ya solo puede ser europeo. Debe apostar en tres áreas en las que cuenta con el apoyo de Francia y de otros socios europeos relevantes: hacer sostenible la moneda única para que pudiese afrontar una nueva crisis, dotar de verdaderas capacidades a la incipiente defensa europea y rehacer la política de inmigración a escala europea, con los necesarios componentes de seguridad e integración social.

El liderazgo de Emmanuel Macron, en contraste con el de su pareja alemana, es empático. pujante, jupitenno. Ha sabido pulsar al mismo tiempo los resortes de patriotismo nacional y del europeismo formulado como el horizonte político de nuestro tiempo. Necesitamos que el tándem Berlín-París funcione y que sume a otras capitales nacionales, junto a las instituciones europeas. La Europa organizada, con todos sus problemas y defectos, articula y representa un ideal civilizatorio. y eso es lo que está en juego. El momento para fortalecer la idea de Europa es ahora.