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La comisión nos representa

Toca aprovechar la tregua para repensar las sanciones que aún permanecen entre EE.UU. y la UE
ABC | | 2 minutos de lectura

Tal vez se deba a un cambio de humor más de Donald Trump, arrastrado por su propia deriva temperamental. Pero la declaración de que su país y la UE «se quieren», comentando en un tuit la foto de los besos que le dio Juncker al llegar a Washington, se apoya en un acuerdo político muy positivo. El frenazo a la escalada de sanciones comerciales entre los dos lados del Atlántico es un giro de ciento ochenta grados. La Unión ya no es el enemigo, como afirmaba el magnate neoyorquino en su tóxica gira continental de hace pocos días, sino un socio con el que promover el comercio libre y justo.

Es obligado reconocer el buen trabajo de los enviados de la Comisión para lograr este cambio de discurso, que permite reconstruir puentes entre aliados esenciales. Jean-Claude Juncker y Cecilia Malmström han sabido representar en las negociaciones en la Casa Blanca y ante el Congreso a quinientos millones de ciudadanos de una gran potencia económica. Juncker ha hablado directo y claro para que Trump sintiera que había una buena jugada («deal») encima de la mesa con el que contentar a sus legisladores republicanos, en las antípodas del proteccionismo. Uno de los déficits de la integración europea es no conseguir la adopción de políticas eficaces, que den resultados tangibles, pero en el terreno comercial el ejecutivo comunitario dispone de estrategias y capacidades. Ahora toca aprovechar la tregua para repensar las sanciones que aún permanecen entre EE.UU. y la UE. El objetivo a medio plazo sería recuperar el espíritu del acuerdo transatlántico de comercio e inversiones, varado desde hace dos años por el populismo al alza en Washington y en muchas capitales europeas. El sitio por donde empezar serían los capítulos que tienen que ver con la eliminación de tarifas. La otra novedad esta semana del presidente americano es el endurecimiento de su discurso hacia el régimen de su admirado Vladimir Putin, con el que ya no tiene prisa alguna por volver a reunirse. Trump no ha cambiado, solo se va de vacaciones con su capacidad intacta de sorprender.