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PAUSA EN LA GUERRA COMERCIAL

Las Provincias | | 3 minutos de lectura

Al conjunto de los norteamericanos les la tocado la lotería. Al menos esto es lo que les vende Donald Trump al anunciar el acuerdo con China para reconducir una guerra comercial que dura dos años. En 2020 el presidente se juega la reelección, a la que aspira para demostrar un apoyo popular mayoritario que las encuestas no acaban de darle. Es una vez más su objetivo vital, ser aceptado. Desde el ataque a Irán a la manera de encarar los primeros compases del 'impeachment', todas sus decisiones tienen un fuerte condicionante electoral. El pulso con China había hecho mella en algunas industrias de Estados Unidos y se había hecho necesario rebajar la tensión. Siguiendo un protocolo poco habitual en la Casa Blanca, Trump ha aceptado como interlocutor y firmante de la tregua al viceprimer ministro chino. Lo importante es la foto con la que cuenta a los norteamericanos que el régimen de Pekín comprará más bienes y servicios de Estados Unidos y la mención especial a los productos agrícolas. Asimismo, China se compromete a no devaluar su moneda y poner coto a los robos de tecnología y propiedad intelectual a compañías extranjeras. Pero no hay concreción sobre cómo se aplicará el acuerdo, que se supone es la primera fase de futuros pactos con el gigante asiático.

Para asegurar nuevos avances diplomáticos, Estados Unidos mantiene gran parte de los aranceles con los que hoy en día penaliza a su competidor geopolítico. A China le cuesta bien poco hacer algunas concesiones para que Trump declare victoria y fije su atención en otro asunto. Pekín no modifica un ápice su apuesta a largo plazo por un ascenso global que aún se materializa de forma pacífica. La rivalidad por la hegemonía entre dos países con modelos de capitalismo radicalmente opuestos y una interdependencia empresarial muy estrecha será todavía más fuerte en el futuro. El asunto que más les separa no es el comercio, sino la puja por dominar la inteligencia artificial y sus aplicaciones militares, así como su potencial para transformar de arriba abajo la economía.

¿Dónde estamos los europeos en este choque, que decidirá el tipo de valores dominantes en el siglo XXI? La Unión Europea intenta dejar atrás una sucesión de crisis que ha amenazado la continuidad del proyecto de integración -moneda única, migraciones, 'brexit'-. Por ahora resiste las pulsiones antieuropeas en su propio seno. Pero no basta con una actitud defensiva y debe pasar a la acción. Algunos países como Francia se equivocan al tomar decisiones por su cuenta para hacer frente a la revolución digital. Estados Unidos no deja de presionar a los europeos y de ponerles aranceles con o sin el beneplácito de la Organización Mundial de Comercio. Necesitamos convertir a la Unión Europea en un actor global más eficaz, capaz de defender sus intereses y proyectar los valores que la definen.