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Trump, un regreso con problemas

El Correo | | 3 minutos de lectura

D urante los últimos meses hemos asistido a unas primarias en Estados Unidos que reflejan todo lo que no funciona en la política estadounidense. Los militantes han elegido a dos candidatos ancianos, que miran más al pasado que al futuro, un duelo cansino que se repite con el rechazo de la mayoría de los ciudadanos. El partido demócrata se parece a la corte de un monarca absoluto, en la que no cabe discutir qué es lo mejor para mantener el poder, y el partido republicano es ya solo un culto a la personalidad desorbitada e impredecible de Donald Trump.

Si las elecciones tuviesen lugar hoy es muy posible que las ganara el magnate neoyorquino, que va por delante en las encuestas en los llamados Estados decisivos, los seis territo
rios que inclinarán la balanza en noviembre. Sin embargo, la campaña de Trump experimenta algunas dificultades que deben ser tenidas en cuenta. El final de las primarias ha demostrado que su reinado sobre el mundo conservador no es completo. La candidatura perdedora de Nikki Haley ha creado un movimiento de votantes republicanos que no darán apoyo al candidato oficial del partido y se irán a la abstención, o incluso al campo demócrata, con el objetivo de frenar las tendencias autoritarias de Trump.

En segundo lugar, está teniendo problemas para conseguir la financiación de la campaña necesaria. Ha situado a dos leales en la cúpula del partido para que controlen la bús
queda de fondos. Este movimiento ha sembrado la sospecha de que utilizarían el dinero de los republicanos para pagar los elevados costes de los pleitos en los que está imputado. El tercer obstáculo es precisamente la maraña judicial en la que se encuentra inmerso. Trump puede ser condenado por causas muy distintas, e incluso ir a la cárcel antes de las elecciones de noviembre. Dicha situación tendría un impacto muy negativo en los votantes, por mucho que él diga que todo es una conspiración. Por ahora ha conseguido demorar la resolución de los pleitos y que el Tribunal Supremo le eche una mano.

Finalmente, el cuarto obstáculo es el propio Trump, con un comportamiento cada vez más violento y errores crecientes en sus discursos. Es fácil fijarse en los traspiés de Joe Biden, por su aspecto frágil y su tendencia a tartamudear y meter la pata, un rasgo que le ha acompañado en sus 53 años de servicio público. Pero en los próximos meses los estadounidenses empezarán a evaluar el riesgo de apoyar a un aspirante republicano furioso y cada vez menos articulado, que solo quiere la revancha.