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Lecciones de la gran ampliación

El Correo | | 3 minutos de lectura

Esta semana se ha conmemorado el vigésimo aniversario de la entrada de diez Estados miembros en la Unión Europea, la cual supuso un cambio cualitativo de su cultura política y sus equilibrios internos. Fue también la primera vez que el ingreso de nuevos socios añadió muchas incertidumbres sobre el futuro compartido.

Posiblemente la razón de tal perplejidad fue doble. Por un lado, en 2004 la UE había perdido dinamismo, sin grandes proyectos que pudieran hacerle avanzar. El tratado constitucional alentó el euroescepticismo de muchos, como demostró el rechazo de Francia y Holanda. La moneda única era una casa a medio construir, pensada solo para el buen tiempo y carecía de las instituciones y procedimientos que hubo que improvisar a partir de la crisis de 2008. La otra razón del entusiasmo limitado que trajo la ampliación fue la preocupación central de los recién llegados por las cuestiones de seguridad. Se trataba de una demanda a la que la UE no podía responder, a diferencia de la OTAN y Estados Unidos.

Con esta ampliación, Alemania se consolidó como el país hegemónico del club. Polonia ha sido sin duda el caso de éxito. Ha crecido de forma espectacular fuera del euro, y ha demostrado su capacidad de superar la deriva hacia la autocracia bajo los hermanos Kaczynski. Esta tendencia iliberal persiste en Hungría, un país alejado de los principios y valores de la UE, y amenaza también a Eslovaquia y la República Checa.

El funcionamiento de una Unión con 27 miembros es mucho más complicado. No se han llevado a cabo reformas institucionales suficientes para superar bloqueos y evolucionar hacia un sistema político europeo más sencillo e inteligible para el ciudadano de a pie. El presupuesto no ha crecido como debía: sigue en niveles de mínimos que impiden plantear grandes iniciativas, desde una política industrial para competir con Estados Unidos y China a una Defensa europea cada vez más urgente.

Del balance de 2004 se deben extraer algunas lecciones para la ampliación que ahora se plantea hacia los Balcanes, Ucrania y Moldavia. Este salto a una Unión de 35 miembros ha de ser ejecutado con realismo, sin urgencias y con medios suficientes por parte de Bruselas. Y solo tendrá sentido si los candidatos están verdaderamente preparados, algo que no ocurre hoy. Las razones geopolíticas que se esgrimen como un mantra para ir muy deprisa no tienen fundamento. La UE solo llegará a ser un actor internacional eficaz en la nueva era de rivalidades si no convierte la próxima ampliación en un gran agujero negro que absorbe toda su energía.