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Cambio climático, crisis poblacional y otros retos globales

Expansión | | 5 minutos de lectura

Con las medidas económicas y energéticas actuales, será imposible frenar la subida de la temperatura media mundial por debajo del umbral de 1,5º C. Estamos llevando a cabo una transición energética que nunca parece ser suficiente y que siempre va por detrás de sus metas. Sí, los combustibles fósiles cada vez tienen menos peso en nuestra matriz energética, pero este cambio, lejos de ser radical, se desarrolla paulatinamente. Esto lleva a una constante impresión de que la transición es insuficiente y nunca llegar a las metas propuestas. Esta es tan sólo una de las alarmantes conclusiones a las que llega un informe de EsadeGeo con Vinci Energies Spain, que recoge tendencias globales y geopolíticas que amenazan con perturbar el orden mundial. Estados, ciudadanos y empresas tendrán que prestar atención a estos fenómenos, ya están en marcha, si quieren tener las de ganar en el futuro.

Veamos un ejemplo. En el plano demográfico, Europa lleva décadas perdiendo peso. Tiene una población envejecida con tasas de fertilidad muy por debajo de las idóneas, y está cediendo relevancia ante Asia y sobre todo ante África, el continente que liderará el crecimiento demográfico el resto del siglo. El Viejo Continente -nunca mejor dicho- deberá abrir sus puertas para hacer frente a la pérdida de población, pero considerando la actual alergia que tienen los Estados de la UE a la inmigración se hace difícil prever una recuperación demográfica significativa. Si bien la Comisión Europea, así como muchos Estados miembros, ha reconocido la grave crisis demográfica que atraviesa el continente, ya puede ser demasiado tarde para evitar lo peor de esta tendencia estructural. Las respuestas a este problema no son obvias y ciertamente las propuestas nativistas de algunos gobiernos populistas no son una solución mágica.

En cualquier caso, las consecuencias son directas: una menor población significa un mercado más pequeño, así que las empresas tendrán que buscar otras oportunidades en el exterior. Podemos anticipar una pérdida de relevancia de los mercados europeos a favor de la emergencia africana y asiática, que ganarán peso en manufacturas y abastecimiento de materias. Los vínculos económicos y comerciales con estos países nunca han sido tan importantes.

Volviendo a nuestra tarda transición energética: para poder llevarla a cabo necesitamos baterías, semiconductores, placas fotovoltaicas y muchos más componentes tecnológicos radicalmente diferentes a los que precisamos para un modelo energético basado en combustibles fósiles. A medida que la transición verde avanza, veremos que nuestras relaciones económicas y necesidades cambiarán: de importar petróleo y gas de países del Golfo, Azerbaiyán o Estados Unidos, pasaremos a importar más litio y cobalto de China, Chile, Australia o Sudáfrica. Pasaremos de depender de unos a depender de otros. Los productores de combustibles fósiles se verán presionados a cambiar su modelo económico y, ciertamente, habrá perdedores de la transición verde. Los importadores, en cambio, tendrán que lidiar con la alta concentración geográfica de los materiales críticos en la transición, controlados y procesados principalmente por China. Encontrar un equilibrio en las relaciones económicas con el gigante asiático es crucial, pero requerirá habilidades para navegar el complejo panorama geopolítico.

Elusivo punto medio 

De hecho, tanto Estados Unidos como Europa han modificado sus estrategias hacia China para encontrar el elusivo punto medio que permite importar productos y materias primas sin generar una dependencia excesiva. Algo difícil de conseguir, sin duda. Pero en un contexto donde la emergencia climática ejercerá cada vez más presión, hay que encontrar una manera de acelerar el cambio. Esto es lo que ha pretendido hacer Biden con la Inflation Reduction Act, un paquete legislativo de subsidios e incentivos para producir energía limpia y potenciar la industria doméstica, y que ha puesto punto final a la era neoliberal de las últimas décadas. En solo unos años, la política industrial y la intervención estatal ha vuelto para quedarse. Las ramificaciones para la empresa son enormes, pues abre la puerta a ayudas para empresas tecnológicas punteras. Sin embargo, estas medidas amenazan con distorsionar la libre competencia. La Inflation Reduction Act ha molestado algunas capitales europeas, cuyas grandes empresas exigen los mismos subsidios que sus homólogas al otro lado del Atlántico, algunas de las cuales ya han empezado a desplazarse. Y eso que la UE no está libre de pecado, pese a ser una gran defensora del libre comercio en la retórica. Sin ir más lejos, sus aranceles a vehículos eléctricos (del 10%) son igualmente perjudiciales para el comercio mundial.

Además de los retos demográficos y los problemas de la transición energética, nuestro análisis trata la coyuntura económica global, el choque entre democracias y autocracias, y las grandes estrategias de infraestructuras globales. Adelantarse a esas tendencias y anticipar sus efectos es necesario para que la adaptación empresarial al mundo de mañana sea exitosa.