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El triste contexto del emprendedor

Hace ya algunos años que se ha puesto de moda el apelar a la necesidad de que los emprendedores nos saquen de la crisis. Se nos recuerda que el camino es la innovación. Y la realidad es que la mayor parte de las innovaciones provienen de las pequeñas empresas que se van creando. Ahora bien, ¿con qué entorno se encuentran estos emprendedores?

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Hace ya algunos años que se ha puesto de moda el apelar a la necesidad de que los emprendedores nos saquen de la crisis. Se nos recuerda que el camino es la innovación. Y la realidad es que la mayor parte de las innovaciones provienen de las pequeñas empresas que se van creando. Ahora bien, ¿con qué entorno se encuentran estos emprendedores?

El primer obstáculo proviene del hecho de que el sistema está montado de tal forma que el emprendedor pagará por todo lo que pueda imaginar. Se ha diseñado una estructura impositiva tan compleja que cada paso origina algún tipo de pago. Por otra parte, las ayudas de las administraciones públicas son insuficientes y casi siempre inalcanzables. Las reducciones de impuestos vienen con tantas trabas y precondiciones que, a menudo, se quedan en nada. Estamos pues, frente a un sistema vampírico que extrae la sangre al que se atreve a dar un primer paso y lo transfiere a la casta que ha diseñado tal sistema.

En cuanto a los innovadores y a los intrapreneurs (emprendedores que trabajan en las grandes organizaciones) se encuentran asimismo con la oposición de los directivos cómodamente instalados. En dichas organizaciones, el que tiene iniciativas o destaca de alguna forma acaba siendo considerado como una molestia. En este caso, el sistema extractivo está controlado por la conocida clase dirigente que se auto-concede grandes salarios y otros privilegios. Al emprendedor no le queda, normalmente, más remedio que salir de la organización para realizar su proyecto.

Finalmente, existe un sistema regulador construido con la connivencia de la clase política y la clase dirigente que encamina una ingente cantidad de recursos de nuestra economía a actividades diseñadas, sobre todo, para el beneficio de ambas castas. Desgraciadamente, muchas de dichas iniciativas ni siquiera acaban teniendo un impacto social positivo (aeropuertos, altas velocidades, castores, etc.)

En resumen, la situación es un tanto esquizofrénica. Por una parte, hay un interés desmesurado y se alaba al emprendedor y, por otra parte, éste acaba recibiendo golpes por todas partes. Tanto interés por los emprendedores no es más que otra forma de asegurar la supervivencia del sistema extractivo y regulador construido por las actuales clases instaladas. Pero todo tiene un límite y, ya que volvemos a hablar ahora de transición, no estaría mal que se cuestionara en profundidad el statu quo. Eso sí que realmente ayudaría a los emprendedores: Menos trabas, más recursos y, sobre todo, una moral renovada sobre un nuevo terreno de juego limpio.