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La pelota del 'Brexit'

Grupo Vocento | | 3 minutos de lectura

La negociación del 'Brexit' puede torcerse este otoño y perjudicar seriamente a Reino Unido, pero también al resto de los europeos. En Bruselas, la sensación entre placentera y veraniega es que la pelota sigue estando en el tejado del Gobierno de Londres. El Ejecutivo de Theresa May tiene aún que conseguir apoyos políticos internos para respaldar una propuesta de relación futura aún con muchos interrogantes abiertos. Los negociadores comunitarios esperan, tal vez con demasiada indolencia, que Reino Unido defina con más precisión el grado de cercanía al que aspira una vez convertido en antiguo Estado miembro, una categoría que aún no existe. Pero a la Unión le debería interesar ser pro-activa, cooperar y mostrar toda la flexibilidad posible para dar con esta piedra filosofal. Si no hay sorpresas, a final de marzo de 2019 se producirá la salida británica y no conviene a nadie la indefinición jurídica y política en la que entraríamos tras el breve período transitorio a la noruega, que solo se extiende hasta diciembre de 2020. A la Unión no le conviene el escenario de una isla (nada menos que la segunda economía de la UE) que corta sus amarras y flota a la deriva en el Atlántico. Por parte británica, la negociación continúa siendo sobre todo una pelea entre conservadores, por mucho que una mayoría del Parlamento esté ya en contra de un 'Brexit' duro y que cada día más ingleses se arrepientan del resultado del fatídico referéndum de salida. Por lo menos en las filas tories ya nadie piensa de verdad que se puede ganar con la retirada de la UE. Algunos buscan minimizar los daños -Theresa May, en la mejor tradición del pragmatismo anglosajón- mientras que otros cultivan un discurso duro y victimista, que recuerda a Donald Trump, para hacerse con el liderazgo tory una vez el Reino Unido esté fuera de la UE -véase las piruetas de Boris Johnson-. La solución al 'Brexit' podría venir del laborismo, si Jeremy Corbyn diese un paso al frente. Lo podría hacer de dos modos, prestando su apoyo a May para sacar adelante una versión realista de 'Brexit' blando o reclamando un segundo referéndum sobre los términos y consecuencias de la salida, que se adivinan poco apetecibles, por mucha ambigüedad que se utilice al presentarlos. El problema es que Corbyn siempre ha sido un euro-escéptico y calcula que puede obtener el poder cómodamente una vez los conservadores fracasen en su intento de pactar una salida airosa de la UE. A cambio, corre el riesgo de perder a los votantes más jóvenes y urbanitas, claramente contrarios a la salida de la UE. Ante las divisiones y titubeos en los dos grandes partidos británicos, es más importante que nunca que los dirigentes europeos tiendan puentes y no se crucen de brazos. No hay un 'Brexit' bueno pero sí estrategias para controlar los daños.