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Cabalgar el miedo

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Donald Trump se está empleando a fondo en los últimos días de campaña antes de las elecciones legislativas del 6 de noviembre. Sabe que los republicanos pueden perder no solo el control de la Cámara de Representantes, algo que ya da por sentado, sino incluso del Senado. En un movimiento arriesgado, ha decidido convertir los comicios en un referéndum sobre su ejecutoria en la Casa Blanca. Tal vez sea una estrategia pensada o tan solo un acto reflejo de su narcisismo enfermizo. En su mundo, él es el único protagonista de cualquier acontecimiento. Si no le sale bien la apuesta y se queda sin el blindaje del Senado, se convertirá en un presidente mucho menos influyente en su partido y con menos posibilidades de ser reelegido en 2020. Su táctica favorita es bien conocida: utilizar tuits incendiarios para definir la agenda de los debates electorales. Desde esta red social, hace todo lo posible para que la conversación se desplace, hasta quedar encajonada en asuntos relacionados con el rechazo a los inmigrantes y las supuestas amenazas a la identidad nacional y el orden público que suponen.

Trump no gana elecciones hablando del futuro, sino cabalgando los miedos. En concreto, ha tuiteado un vídeo de un preso mexicano sentenciado en California por asesinar a dos policías, en el que éste afirma que volverá a hacerlo, en el que se acusa al partido demócrata de permitir su entrada en el país. También ha cargado contra la caravana de ciudadanos centroamericanos que atraviesa México para solicitar asilo en Estados Unidos, explicándola como una invasión en la que participan terroristas. Ha prometido enviar tropas a la frontera e iniciar la reforma de la Constitución, para eliminar el derecho automático a la nacionalidad de los nacidos en suelo norteamericano. El presidente de la Cámara, Paul Ryan, se ha llevado una dura reprimenda presidencial por dudar de esta iniciativa. Está por ver si una vez más Trump emerge como un infravalorado estratega político o si realmente moviliza a los votantes demócratas, hartos de la pesadilla en la que viven cada vez que se conectar a Twitter.