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Una unión más compleja

Grupo Vocentro | | 3 minutos de lectura

Jean-Claude Juncker, todavía presidente de la Comisión Europea, votó ayer en Luxemburgo y luego tuiteó: «Vota como si importase». No se sabe si fue una metedura de pata o una confesión sincera de que las elecciones europeas todavía están muy lejos de ser tan relevantes como las nacionales. Las reglas de los Tratados no permiten elegir un gobierno de la Unión que siga la orientación ideológica querida por la mayoría de los ciudadanos. Votar en las europeas sintiendo que la Unión nos pertenece es un acto de fe. No hay partidos europeos cohesionados que formulen con claridad propuestas de alcance continental y sus candidatos a presidir la Comisión son desconocidos para la gran mayoría de los ciudadanos. La tentación es utilizar esta convocatoria a las urnas para pronunciarse sobre cuestiones de carácter nacional. La parte positiva de estos comicios es que hemos seleccionado a los miembros de una Cámara supranacional con verdadera capacidad de control del trabajo diario de la Comisión y enorme poder legislativo que ejerce junto el Consejo. No está mal, pero el ideal de democracia europea exige dar mayor contenido político a estos comicios. Como ha explicado el gran teórico de la integración Joseph Weiler, lo más importante de estas elecciones es saber cuánta gente ha votado, hacernos una idea del número de ciudadanos dispuestos a opinar sobre la marcha de una UE que cada vez condiciona más las políticas económicas y sociales. Pues bien, el dato de participación es positivo, al mejorar levemente el de las elecciones de 2014. La nueva cámara, sin embargo, será el reflejo de una Unión mucho más compleja, con más diputados europeos abiertamente contrarios al proyecto de integración. No llegan a constituir una minoría de bloqueo suficiente y además proceden de partidos nacionalistas y populistas muy variados, con poca capacidad de coordinarse. Los socialistas, populares, liberales y verdes están llamados a trabajar juntos ante grandes retos domésticos e internacionales que afronta la UE. También es esencial que las sensibilidades moderadas no renuncien a hablar de los asuntos que llevan a millones de ciudadanos a elegir opciones radicales, desde los temores a la inmigración, el descontento por la desigualdad o la búsqueda, a veces con trazo grueso, de raíces e identidad ante la pérdida de fe en el futuro.