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El abuelo de Europa

El Comercio | | 2 minutos de lectura
Mario Draghi deshoja la margarita en estos días. Debe decidir si sigue como primer ministro u opta a la presidencia de la República Italiana el próximo 24 de enero. Le cuesta la mudanza al palacio del Quirinal, la residencia de papas y de reyes en lo alto de la colina romana. Ha cogido gusto a disponer de un poder ejecutivo indiscutido en su país y a ejercer de 'abuelo de Europa' en Bruselas. Tras la marcha de Angela Merkel, el antiguo presidente del Banco Central Europeo es la referencia continental en gestión de crisis y sabiduría política. El 'brexit' ha ascendido a Italia al puesto de mando comunitario y Draghi es escuchado y respetado por alemanes y franceses. En especial, Emmanuel Macron ha encontrado en él un aliado para contrapesar la ortodoxia alemana en materia de reglas fiscales. Draghi ha salvado a Italia del caos político en el que podía haber entrado y ha diseñado un sistema envidiable, del que podríamos aprender en España, para realizar reformas estructurales de la economía y aprovechar los fondos europeos. Su "gobierno técnico de unidad nacional" duraría en principio hasta 2023 y, dada las rivalidades internas, no hay muchas posibilidades de reeditarlo. La prudencia parece aconsejarle que ascienda a la más alta magistratura del país y disfrute de un mandato de siete años. 

Pero la presidencia solo le permitiría influir en la elección de los primeros ministros, la formación de los gobiernos y la convocatoria de elecciones. Son todas ellas decisiones cruciales, y más teniendo en cuenta la inestabilidad crónica de Italia. El nombre de Draghi se uniría a una lista muy distinguida de grandes servidores del Estado. Sin embargo, perdería su sitio privilegiado en el Consejo Europeo, donde Italia es representada por el primer ministro. Italia tiene la capacidad de asombrar al mundo por encontrar periódicamente soluciones imaginativas a situaciones internas muy complicadas. Una vez más, la salida del laberinto parece imposible. Draghi es muy consciente de que, si se marcha, el milagro económico que ha protagonizado en solo un año de gobierno puede echarse a perder. Como antiguo alumno de los jesuitas, tal vez sopese estos días el consejo de San Ignacio, "en tiempo de desolación nunca hacer mudanza".