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El emprendimiento es el camino del progreso. Cierto, pero también es una escuela del fracaso.
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El emprendimiento es el camino del progreso. Cierto, pero también es una escuela del fracaso. Un dato a recordar: el grueso de las nuevas iniciativas vinculadas al sector de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación fracasan. Un reciente artículo en 'The Guardian' situaba la tasa de fracaso en Silicon Valley en más del 90%. Empresas que morían unos 20 meses después de haber finalizado su última ronda de financiación, de un millón de euros de promedio.

El soporte público es fundamental. Pero a veces no es él quien debe darlo. En nuestro país, a pesar de la abundante publicidad en sentido contrario, el apoyo a la inversión no proviene de la banca, sino del capital privado y, a menudo, público. Las cifras que ahora se mueven para saber quién se ha pillado los dedos con Gowex van, según la fuente, de los 8,9 millones de euros del Instituto de Crédito Ofcial, a los 4,8 millones del Ministerio de Industria y los 3 millones del Banco Europeo de Inversiones.

Aparte del accionista, quien se rascará el bolsillo, como siempre, es el contribuyente. Preferiblemente aquel que cobre por nómina. Falta cultura del logro. Pero también sobra cultura del éxito. El miedo a reconocer el fracaso se convierte en un cóctel peligroso cuando se junta con el principio psicológico de aversión al riesgo. En una sociedad donde, como decía la canción, tanto eres tanto vales, aquellos que se dejan deslumbrar por la cultura del dinero y del éxito rápido se ven antes empujados a justifcar la mentira que a afrontar la realidad, sobre todo cuando esta es negativa.

No hay nada como la sociedad, que decía Thatcher. Pero quizá habrá que reinventarla. El consejero delegado de Gowex admitía que las cuentas de la sociedad, al menos los cuatro últimos años, no refejan la imagen fiel de la empresa y admitía ser el autor de esta falsedad. En el mismo tiempo el valor de la acción pasaba de 0,67 euros a trepar por encima de los 21. En las culturas orientales la imagen social de una persona se entrelaza con la de sus ancestros y descendientes. El honor, en defnitiva, va unido al apellido. No quieran saber cómo se limpia el apellido en estas sociedades porque saldrían mal parados.

Finalmente, internet es un mundo lleno de maravillas. Doy fe. También de su contrario. La combinación de nuevas tecnologías, anuncios de ganancias excepcionales y promesas de inicios de nuevas eras (internet gratuito y para todos) nos retrotrae al inicio de las burbujas fnancieras, allá por el siglo XVII. La venta de posibilidades de ganancia de forma rápida no solo sirve para crear Facebook, Amazon o eBay, sino también para levantar apuestas hechas sobre un espeso humo de mala fe y fraude.

De la tan rápidamente olvidada burbuja de las Punto Com hasta los Enron y los Arthur Andersen solo hay un paso. Por otra parte, si, siguiendo a Castells, el principal activo de una economía moderna es la información, con el tiempo que corre sabemos ya que la información no solamente se crea sino que se manipula y distorsiona con bastante facilidad.