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Merkel sin sucesora

ABC | | 2 min read

La mayor parte de las historias de poder acaban mal, entre otras cosas porque muy pocos consiguen planear y ejecutar con éxito su propia sucesión. Hace unos meses, Angela Merkel había hecho doblete al anunciar su salida de la política y nombrar nada menos que a dos sucesoras. Su discípula Ursula von der Leyen llegaba a la presidencia de la Comisión Europea y su némesis, Annegret Kramp-Karrenbauer, conocida por las siglas AKK, pasaba de primera ministra del Sarre a ministra de Defensa, presidenta de la CDU y futura candidata a la cancillería en 2021. Pero AKK ha fracasado antes de intentarlo, por la debilidad demostrada para frenar el pacto con la ultraderecha en Turingia y, en general, falta de adaptación a su nuevo papel. Justo lo contrario de la capacidad legendaria de Merkel de convertirse en un camaleón, sin dejar de ser una extraña al sistema político alemán y defender en contra de muchos la dignidad humana cuando lo ha creído necesario. La crisis de AKK afecta a todos los europeos, dado el enorme peso político y económico de Alemania. Merkel puede ser la última canciller europeísta. Su legado de quince años capeando crisis y problemas continentales por incomparecencia de los demás líderes de la UE quedaría truncado. No hay un candidato claro a sucederla en la CDU. Su rival más señalado, Friedrich Merz, aspira a conseguir por fin liderar el partido y hacerlo virar a la derecha. Jens Spahn, ministro de Sanidad, suena como relevo generacional. Merkel sopesa apoyar a Armin Laschet, Presidente de Renania del Norte-Westfalia, poco atlantista, con el que sin embargo comparte un instinto centrista y moderado. Para que resista la gran coalición, la figura de la canciller se vuelve más importante ahora. La debilidad interna del principal partido alemán da nuevas alas a los verdes y también a una ultraderecha en claro ascenso desde la crisis de los refugiados. Está por ver si Merkel dispondrá de capital político con el que impulsar reformas europeas. Es posible que solo pueda invertir en gestionar la segunda vuelta de una sucesión cada vez más complicada.