Articles

El camino de la nueva economía

La Vanguardia | | 3 min read

Antes de la Gran Recesión se suponía que las compañías que cotizan en bolsa debían procurar  hacer máximas las  ganancias de los accionistas. La calidad de la gestión de los presidentes se medía por el valor en bolsa de las compañías que dirigían y el crecimiento de las ganancias de los accionistas (por dividendos y  aumento  del precio de las acciones). Todo eso cambió.

Un nuevo capitalismo se abre paso y ahora muchos se preguntan ¿qué  deben perseguir las empresas? En la campaña presidencial de EE.UU, la senadora  Elisabeth Warren (antes profesora en Harvard) está siendo acusada de socialista porque defiende un capitalismo más humano, frente al capitalismo despiadado de Trump. Avanza una nueva concepción y si en lo  personal nos preguntamos “¿qué sentido tiene mi vida?”, en el mundo de los negocios la pregunta que gana fuerza es ¿qué sentido tiene este negocio?  Se  conoce por las siglas “ESG” (del inglés Medio Ambiente, sociedad y gobernanza).  Collin Mayer (Universidad de Oxford) ha escrito Priority, un libro que es un ataque al principio de que los accionistas son el fin último de la gestión de las empresas.

Lo que importa ahora es qué hace una empresa a favor del clima, la sociedad, sus trabajadores y el progreso de la comunidad y, por supuesto, de qué forma remunera a los que han arriesgado su capital para  financiar la compañía.  Según The Economist, los principios  que inspiran el “ESG” dominan ya 22,9 billones de inversiones en dólares de compañías de Europa, EE.UU, Canadá, Japón y Australia. En un año, los fondos han aumentado casi un 40%.

Los grandes accionistas son fondos de pensiones, compañías de seguros, fondos de inversión y cada vez tienen mayor peso los denominados “fondos soberanos”,  que son propiedad de un país. El Fondo de Noruega deposita para las generaciones futuras lo que gana al exportar petróleo y lo gestiona su banco emisor.  Invirtió en dos grandes compañías del Ibex 35 un 5% (una de ellas catalana)

El pasado año, los beneficios después de impuestos de las compañías  que cotizan en EE.UU representaron el 12% del PIB y no es por azar que la senadora Warren pida reformas fiscales.  El Nobel Stiglitz planteó que la desigualdad social frena  el crecimiento y la creación de empleo. Mientras los sindicatos tengan una baja afiliación será difícil que disminuya la brecha entre los más ricos y los que sólo ganan para malvivir.

Para concluir, sin la bolsa no sería posible crecer y crear nuevos empleos. Es la única manera  de canalizar el ahorro hacia  inversiones rentables, pues no hay otro mercado que fije el precio de los activos.  A  través de la bolsa es posible construir una sociedad más justa, próspera y recabar fondos para las innovaciones.  Los que pretenden sustituirla terminarán por reinventarla.