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Otro Brexit es posible

Grupo Vocento | | 3 minuts de lectura

 

A pocas semanas de la salida del Reino Unido de la UE nadie  puede predecir con seguridad si habrá o no acuerdo de retirada o si se retrasará la ruptura unos meses. El gobierno de Theresa May sobrevive a duras penas. Su gestión de las negociaciones por un lado con Bruselas y por otro con los diputados de Westminster ha sido manifiestamente mejorable. En su descargo, a la primera ministra le han encomendado una "misión imposible". Con el viento siempre de cara, ha ido modificando sus "líneas rojas" a medida que experimentaba la dureza de las posiciones continentales. La guerra civil entre los conservadores, escindidos en cuatro o cinco facciones irreconciliables en temas europeos, ha terminado por arruinar su intento de definir una estrategia clara. Los laboristas, por su parte, nunca han expuesto con claridad y concreción cómo negociarían ellos la salida y han emulado las divisiones de los tories. May no se ha dado por vencida y sigue adelante, con la esperanza de conseguir a última hora alguna concesión significativa por parte de la UE. Cree que de lograrlo, los Comunes aceptarían el resto del acuerdo rechazado en enero. Funcionaría el miedo a la salida sin contar con una red de seguridad, algo que dañaría severamente la economía británica. La pregunta entonces es ¿en qué podría ceder Bruselas para facilitar un Brexit blando, es decir, un acuerdo que minimizase los daños? El punto más delicado es si "salvaguarda norirlandesa" del acuerdo de retirada debe repensarse. Se trata de la decisión de mantener a todo el Reino Unido en una unión aduanera con la UE, mientras no se llegue a un acuerdo de libre comercio entre las dos partes. De este modo, se garantizaría tanto la integridad del mercado británico, sin frontera en el mar de Irlanda, como la libre circulación de mercancías en la isla del Eire, un punto esencial del Acuerdo de Paz de Viernes Santo de 1998. Pero tal y como ha sido negociada, esta salvaguarda está pensada para que nunca sea sustituida por otro acuerdo UE-Reino Unido, sino incorporada al mismo. El precio es muy alto: los británicos no podrían negociar acuerdos comerciales con terceros países. Uno de los mayores expertos en Derecho de la UE, Joseph Weiler, pone el dedo en la llaga al denunciar que este enfoque responde a una visión punitiva y equivocada de los europeos continentales, para ejemplificar qué le ocurre a un país que decide marcharse de la UE. Weiler sugiere suavizar este Brexit inspirado en el castigo. Propone facilitar la libre circulación tanto dentro de Irlanda como en el conjunto del Reino Unido con controles selectivos solo desde Gran Bretaña de las mercancías destinadas a Irlanda. Pero mucho tendrían que cambiar las cosas en las próximas semanas en Bruselas y en Londres para que unos y otros se convenzan de que otro Brexit es posible.