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Invertir en mujeres, una oportunidad de negocio

El País | | 6 minuts de lectura

No es solamente que las mujeres estén infrarrepresentadas en el mercado laboral o en los puestos directivos, sino que son, hoy por hoy, un activo económico infrautilizado. De todo esto se están dando cuenta los inversores que ven en el enfoque de género, además de una responsabilidad social, una buena oportunidad de negocio y lo están convirtiendo en uno de los sectores de mayor crecimiento en las finanzas sostenibles.

Invertir en la mujer es rentable para las compañías y cerrar la brecha de género permitiría, según la consultora McKinsey, añadir a la economía mundial 28 billones de dólares para 2025, el equivalente a toda la riqueza de Estados Unidos y de China juntos. En este contexto existe una oportunidad significativa para la inversión en productos y vehículos financieros especialmente enfocados en la perspectiva de género en los mercados de capital, tanto privados, como públicos y corporativos.

Invertir con un enfoque de género implica avanzar en la igualdad entre hombres y mujeres usando como instrumentos los productos financieros y contribuye a alcanzar el Objetivo 5 de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, que subraya que poner fin a todas las formas de discriminación contra las mujeres y niñas es uno de los desafíos globales de nuestra época. No hay una definición consensuada, pero supone integrar tres lentes de género en las decisiones de inversión obteniendo con ello beneficios financieros lo que, en la práctica, se traduce en invertir en compañías lideradas por mujeres, en empresas que incorporan políticas de equidad entre hombres y mujeres y en aquellas que desarrollan productos o servicios que benefician específicamente al sexo femenino.

Es una estrategia de inversión proactiva, intencional y transversal a distintas clases de activos. Incluye a los mercados privados, ya sea a través de préstamos de microfinancieras o de bancos comerciales y de inversiones en capital semilla, capital riesgo o capital privado, que en el año 2018 destinaron más de 2.000 millones de dólares a inversiones con este enfoque. Los mercados públicos, por su parte, a través de renta variable o bonos de género situaron 2.400 millones de dólares en activos bajo gestión.

Estados Unidos, Europa, Canadá y, más recientemente, Australia y ciertos países de Asia están aplicando de manera creciente la perspectiva de género en sus inversiones. El análisis de la situación en América Latina y el Caribe ha unido a BID Invest, el brazo de inversión privada del Grupo Banco Interamericano de Desarrollo (BID), y al Instituto Esade de Innovación Social en la elaboración del primer informe sobre inversión con un enfoque de género en esta región, una tendencia financiera que se encuentra en sus primeras fases.

Tres lentes para un enfoque de género

Es cierto que las tasas de emprendimiento femenino en América Latina son superiores a las de otras partes del mundo. Buena parte de ello es gracias a la larga tradición en la zona de los microcréditos, con su vocación de atender a sectores excluidos de los sistemas financieros tradicionales. El 62% de los prestatarios de instituciones microfinancieras son mujeres, porcentaje que, en México, puede alcanzar el 85%. Pero buena parte de estos negocios sigue anclada en el mercado informal y su mayor barrera es dar el salto a una financiación que permita a las mujeres escalarlos o ampliarlos y salir del círculo de la financiación a corto plazo, las altas tasas de interés y los montos pequeños.

La Alianza Global de Bancos para la Mujer (GBA, por sus siglas en inglés), un consorcio mundial de entidades bancarias que busca aprovechar la oportunidad del mercado femenino, se centra principalmente en estrategias para las pequeñas y medianas empresas lideradas por mujeres. Uno de estos bancos es el chileno BancoEstado, pionero en su enfoque de género para el desarrollo de fuentes de financiación y el primero en América Latina en emitir bonos sociales con enfoque de género. Microfinancieras, cooperativas, bancos y otras entidades pueden propiciar la inclusión de las mujeres, como lo ha venido haciendo el banco mexicano Banorte, que ofrece productos orientados hacia ese sector de la población, como apertura de cuentas y uso de cajeros sin comisiones.

A pesar de que un análisis reciente sobre la región concluyó que aquellas empresas que cotizan en bolsa con mayor representación femenina obtenían un 44% más de rendimiento sobre las inversiones y márgenes de ganancia un 47% más altos, el 63% de las compañías latinoamericanas no considera que la diversidad de género sea un tema prioritario. No es el caso de Optima energía, una de las empresas que ha obtenido el sello de género PNUD que exige que las compañías que aspiren a dicha certificación cuenten con infraestructura, políticas y prácticas igualmente favorables a hombres y mujeres.

Además, el nivel adquisitivo de las mujeres no ha parado de crecer, con mayor rapidez, incluso, que el de los varones y, hoy por hoy, ellas controlan el 80% de las decisiones de compra. Pero siguen siendo el sector del mercado más desatendido. La mayoría de los productos son diseñados por o para hombres y la ausencia de productos específicamente enfocados hacia el consumo femenino deja abierto un enorme mercado que está comenzando a ser explorado por inversores de otros sectores como salud, educación, electricidad o consumo colaborativo. Este último es el caso de la empresa mexicana Laudrive, un servicio de taxis al estilo de Uber o de Cabify que fue creado con un fondo de capital privado y que desde su concepción está exclusivamente dedicado a las mujeres, siendo ellas las conductoras y las usuarias del servicio.

Cada día hay nuevos ejemplos, pero la inversión con enfoque de género tiene todavía mucho margen de acción en América Latina y el Caribe. Es una tendencia que aún no ha tomado carrerilla. El impulso del sector financiero puede ayudar a romper el techo de cristal que tienen sobre sí las mujeres, ya sean las emprendedoras, las trabajadoras o las consumidoras, todas ellas piedras angulares de una economía que puede ser no solo más dinámica, sino más equitativa.