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El Johnson que escucha

ABC | | 3 minuts de lectura

Henry Kissinger tiene un hermano más joven, Walter, con el que huyó de la Alemania nazi a Estados Unidos cuando eran jóvenes. Muchos años después, Henry seguía hablando inglés con mucho acento, a diferencia de Walter. Cuando le preguntaron la razón al hermano pequeño, explicó «yo soy el Kissinger que escucha». Algo similar ocurriría en el caso del dimitido Jo Johnson, al que recuerdo como un conservador preparado y reflexivo, en las antípodas del estilo extrovertido y primario que caracteriza a su hermano el primer ministro. Como señalaba un comentarista inglés, este Johnson que escucha puede que sea el primer caso de un diputado que deja la política para ver menos a su familia.

En una semana trepidante, el primer ministro se ha estrenado de derrota en derrota en el Parlamento, en parte gracias a su decisión de purgar a los conservadores. El futuro del Brexit se decidirá probablemente en noviembre. La oposición se ha unido con el fin de volver a vetar una nueva petición del gobierno de poner las urnas cuanto antes, el 15 de octubre. Diputados de hasta seis partidos distintos han sido capaces de ponerse de acuerdo en que se debe aprobar primero la ley exprés que prohíbe la salida de la UE sin acuerdo. Pero además, quieren evitar la entrada en el período electoral hasta asegurarse de su aplicación, en vista de que el ejecutivo puede intentar eludir el cumplimiento de esta obligación de no saltar al precipicio sin red.

La salida del laberinto se fiará a unas elecciones generales posteriores, en las que personas de la valía de Jo Johnson ya no tendrán cabida. Asistiremos a un enfrentamiento entre dos ofertas radicales y populistas, representadas por Boris y Corbyn, unos comicios sin opciones moderadas ni liderazgos ilustrados. La candidata de los liberales, Jo Swinson, acaba de llegar y es poco conocida y la ley electoral favorece claramente el bipartidismo. Es posible que al final funcione la estrategia de choque del primer ministro, derrotado en el parlamento y humillado pero no vencido. Puede unificar todo el voto pro-Brexit y obtener una gran victoria electoral, que le permitiría salir de la UE, con o sin acuerdo.

En su última reencarnación, Boris es un outsider, el enemigo de una élite londinense desconectada de los problemas del ciudadano de a pie y dispuesta a no respetar el resultado del referéndum del 2016. No hay más que seguir sus visitas a los rincones más apartados del Reino Unido. En una peregrinación incesante por granjas, fábricas, tiendas, hospitales y comisarias promete a cada paso más dinero público y culpa de todos los males a una clase dirigente a la que siempre ha pertenecido. Por supuesto, el izquierdismo irredento de Corbyn también le propulsa. Solo habría capacidad de maniobra para encontrar una alternativa a una salida de la UE pactada o desordenada si los comicios diesen lugar a un parlamento como el actual, sin una mayoría clara. La temporada final del Brexit promete ser tan trepidante como todas las anteriores.