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Las verdades de Juncker

Una de las fortalezas del presidente de la Comisión es su buen conocimiento de los laberintos del poder europeo
ABC | | 2 minutos de lectura

Se trata además de una comprensión política del proceso de integración y no meramente técnica. El luxemburgués lleva más de veinte años negociando en Bruselas y sabe hasta qué punto las instituciones deciden y condicionan la vida económica y social de los Estados miembros. Antes de que dentro de unos días los jefes de gobierno aborden posibles reformas de las reglas del juego, Juncker ha advertido con lucidez sobre la necesidad de fortalecer la UE y hacer más comprensible su sistema político. Si no, es difícil que la integración alcance el nivel de aceptación ciudadana necesario para poder profundizar en áreas como el gobierno económico o la seguridad interior y la defensa. Sus propuestas, en primer lugar, quieren consolidar el sistema de elección del presidente de la Comisión. Desde los comicios de 2014, el Parlamento europeo ha entendido que debe proponer candidatos de distintos partidos europeos y el Consejo Europeo solo debe confirmar al ganador.
Angela Merkel aceptó con muchas reservas esta nueva práctica. En 2019 podría ser Macron el que rechazase un método de elección que supone una clara pérdida de poder para los jefes de Estado y de gobierno. Juncker asimismo aboga por incluir una lista transnacional de candidatos al Parlamento europeo y por la fusión de las presidencias de la Comisión y del Consejo Europeo. Ambas iniciativas no tienen consenso suficiente, pero marcan el camino hacia una Unión Política limitada. Desde Londres, mientras Juncker hacía su aportación europeísta, Boris Johnson jugaba sus cartas dentro del gabinete posando a favor de un Brexit duro y acusaba a la UE de tener nada menos que finalidades políticas y de querer convertirse en un Estado unificado. El ministro británico, antiguo corresponsal en Bruselas, sabe muy bien hasta qué punto la UE carece de esta aspiración estatista, en contra de sus miembros. El objetivo de la integración es hacer compatible la democracia europea con las democracias nacionales y para ello es preciso mejorar el proceso político de Bruselas.