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Italia y la paradoja europea

Los votantes quieren que cambien las cosas, también en la Unión, pero sin hacer volar por los aires el edificio
ABC | | 2 minutos de lectura

El nuevo ejecutivo italiano nace renunciando a buena parte de las medidas con las que los partidos de la coalición populista querían romper los pactos europeos esenciales. Es el primer baño de realismo para la política espectáculo de la Liga y los 5 estrellas. Su bisoñez pavorosa al menos les deja entender que sus votantes quieren que cambien las cosas, también en la Unión, pero sin hacer volar por los aires el edificio. La UE ha mejorado en apoyos populares tras la crisis del euro y el 67% de los ciudadanos del continente afirma hoy que su país se beneficia de la integración. Pero, al mismo tiempo, más votantes europeos que antes creen que la UE va en mala dirección. Lo lógico sería que su sufragio obligase a las instituciones de Bruselas a corregir el rumbo.

Sin embargo, la toma de decisiones comunitaria es excesivamente compleja y no permite basar la formación de un gobierno paneuropeo en la voluntad de la mayoría. Si, por ejemplo, en las elecciones de 2019 triunfa una opción de centro derecha en el parlamento de Estrasburgo, la Comisión posiblemente tendrá un presidente de esta corriente ideológica. A cambio, el resto de los miembros de la nueva Comisión, nominados por los gobiernos nacionales, procederán de muchas formaciones políticas distintas. Esta institución capital además no puede ser entendida como el «ejecutivo de la UE», sino como una parte de un sistema de poder atomizado y difuso, una gobernanza sin gobierno. La falta de una mejor representación política en la UE y de una rendición de cuentas que permita enviar a los miembros de un ejecutivo europeo a su casa, hace que se simplifiquen los términos del debate sobre la integración y que parezca que solo se pueda estar a favor o en contra.

La tendencia de los ciudadanos descontentos es dejar patente su disconformidad con el status quo, europeo y local, votando opciones extremistas y anti-UE. La paradoja europea se ve claramente en Italia estos días: nos gusta la integración, rechazamos muchas de las políticas de Bruselas y los experimentos con gaseosa, grazie.