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Un modelo protegido de los consumidores

El comercio debe ser el sector más innovador y rupturista. El modelo que tenemos viene de los emprendedores. No creo en un modelo que deba ser regulado para proteger a los consumidores, a los propietarios y a los nuevos emprendedores. El modelo que les protege les hará incompetentes.
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Salgan a pasear esta tarde por su ciudad y miren detenidamente, con lupa, la situación del comercio: muchas tiendas en alquiler; rotulaciones en chino; muchas, muchas franquicias; centenas de paquistanís, y recientemente algunas tiendas cerradas con un rótulo a mano exclamando ¡Albricias, ya me jubilo y me puedo dedicar a la buena vida!».

Analicemos qué hay detrás de todas estas pequeñas tendencias, ¿qué ha ocurrido con el llamado modelo comercial catalán? Adelantamos cuál será el diagnóstico fnal: en el sector comercial es donde se cumple a rajatabla la máxima del márketing de que «quien manda es el consumidor». O debiera.

El consumidor es quien ha definido este modelo de comercio. Y solo el consumidor acaba decidiendo si es un modelo competitivo, a revisar, u obsoleto.

Muchos agentes intentan limitar nuestra capacidad de escoger la mejor opción: los secretarios de cualquiera de las administraciones pertinentes que legislan los metros cuadrados para abrir o cerrar; las asociaciones de comerciantes que presionan con sus votos prometidos y su necesidad de descanso semanal; la patronal de las grandes superfcies aforando estudios científcos que hablan de miles de puestos de trabajo gracias a ellos.

Si queremos entender qué tenemos y qué nos espera, mejor desechar las opiniones de todos aquellos que, por ser parte interesada, no deberíamos escuchar. Apliquemos la mejor de las recetas: seny.

El consumidor catalán vio cómo desde los años 70 aforaban miles de comercios nuevos, en manos de emprendedores que estaban en la treintena y luchaban por ser empresarios.

Abrían mercerías, bares o tiendas de electrodomésticos; y como eran más interesantes que lo que había hasta entonces, funcionaron. Hoy están a punto de jubilarse, cansados, y sus hijos no tienen ni pizca de interés en seguir.

Piden protección, por unos años, por el bien de sus clientes y de Catalunya: aún recuerdo cómo, en un debate televisado, un representante del pequeño comercio esgrimía el clásico «lo que es bueno para el comercio, es bueno para el ciudadano». Para mí que el seny lo colocaría en el orden inverso.

El comercio fue pues, y debería seguir siendo, una respuesta directa a lo que los consumidores valoran. Ningún sector empresarial tiene un contacto tan directo y reiterado con sus clientes.

Ninguno debe ser tan rápido en responder a nuestros intereses. Ninguno puede adaptarse tanto a lo que valoramos como clientes. Y los límites legales debieran ser solo un control de las mafas ilegales, de la explotación de los trabajadores, o del incumplimiento de la normativa sanitaria pertinente. Simplemente esto, solo esto.

Cuando hoy este modelo catalán apela a su protección, sin darse cuenta, está generando un modelo moribundo. Las administraciones lo protegen pensando en los votos y en una desubicada dimensión de bienestar social.

De aquellos emprendedores que entraban a competir innovando como Vinçon, Castelló o Boadas, estamos creando hoy funcionarios que solo desean aguantar hasta la jubilación y cerrar.

Si hay dudas, miremos qué ha ocurrido con el sector comercial regulado por antonomasia: las ofcinas de farmacia. Tanto las protegió la Administración (aperturas, horarios, color de la cruz, grosor del papel de envolver) que acabada la Administración, acabado el comercio.

El modelo deviene cada vez menos innovador, más rígido. Y, al mismo tiempo, siguen floreciendo excelentes empresarios que compiten hasta donde les dejan.

Que quisieran luchar por los turistas los domingos. Que buscan la rentabilidad de la empresa, no la jubilación a tres años vista. Que generan nuevos conceptos que enamoran al consumidor: el bar Mitja Vida, las bicicletas de Probike, los caramelos de PapaBubble, las fruterías de casa Ametller.

Todos ellos son parte de nuestro top 20 de tiendas a las que enviamos a nuestros estudiantes internacionales de márketing de ESADE, y les hacen volver hablando de un fascinante comercio catalán.

Vivo ahora en Torroella, un entorno pequeño donde el modelo de comercio es más fácil de analizar. Dos hijos de comerciantes han invertido en sus comercios, relocalizando y renovando, y decidieron abrir durante la festa mayor.

Tuvieron las tiendas abarrotadas todo el día, mientras algunos vecinos, comerciantes, soltaban algún exabrupto del tipo «este no es nuestro modelo de comercio», lo que siempre hemos hecho, lo que deberíamos proteger hasta que nos jubilemos.

El comercio debe ser el sector más innovador y rupturista, innovando en todo. El modelo reconocido que tenemos viene de los emprendedores. El modelo que les protege les hará incompetentes.

Me angustia algo citar a Ronald Reagan, pero en comercio, me apunto a su: «no creo en un Gobierno que nos proteja de nosotros mismos». No creo en un modelo que deba ser regulado para proteger a los consumidores, a los propietarios del comercio, y a los nuevos emprendedores que quieren competir para ser escogidos por los clientes.