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Modo Start-up

Las crisis son dolorosas y resulta despreciable trivializar el inmenso caudal de sufrimiento que generan. Todo lo que hagamos y planifiquemos es poco para apoyar a los más damnificados que, como siempre, son los que menos tienen.

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Las crisis son dolorosas y resulta despreciable trivializar el inmenso caudal de sufrimiento que generan. Todo lo que hagamos y planifiquemos es poco para apoyar a los más damnificados que, como siempre, son los que menos tienen.

Pero si no hubiera crisis probablemente seguiríamos encaramados a los árboles. Cada una genera sus particulares mutaciones, tanto institucionales como de mentalidad. La más positiva contribución que está produciendo la presente crisis se halla en la generalización de la idea de emprendimiento.

Nuestro país ha tenido entre sus vicios endémicos el de esperar que alguien, sea el Estado, sea una empresa, sea la familia, nos solucione la vida. Aunque es cierto que ese vicio ha sido tradicionalmente menos extendido en Catalunya y el País Vasco, también aquí se acusaba a las escuelas de negocios de preparar más a ejecutivos que a emprendedores. Pero, como decía el gran historiador británico Toynbee, las civilizaciones se desarrollan respondiendo a los estímulos que generan las situaciones adversas.

Nuestro país está atravesando una de sus crisis más agudas y el ritmo de la recuperación se verá lastrado por la inmensa deuda exterior neta que tenemos y por la escalofriante cifra de paro, especialmente en el ámbito juvenil, ambas consecuencia de un modelo de crecimiento equivocado.

Pero como síntoma más positivo podemos hablar de la generalización del "modo start-up". Por ello entiendo, en primer lugar, la disposición a crear una nueva empresa, a la que solemos referirnos con la denominación inglesa de startup.

Cada vez surgen más y mejores proyectos empresariales promovidos por los alumnos y exalumnos de nuestras universidades y escuelas de negocios. En la red de inversores y emprendedores de Esade, hace unos años sobraban inversores y faltaban proyectos de calidad. Ahora la situación se ha invertido totalmente. Cada vez tenemos más y mejores proyectos de empresa.

Pero el "modo start-up" no debe ser una peculiaridad de los que propiamente crean un nuevo proyecto empresarial, sino que debe extenderse, generando la disposición de ánimo orientada a la creación de valor.

El joven que quiera abrirse paso en la vida no puede ya aspirar a un trabajo estable y razonablemente remunerado. La semilla del espíritu emprendedor debe llevarle continuamente a renovarse y a innovar, creando conocimiento o generando capacidad relacional. Si logramos que esta nueva mentalidad se instale entre nuestros jóvenes, nuestro país tendrá futuro en el entorno competitivo global.